Raúl Matarranz
Peluquería sin artificios
Apasionado de la peluquería como pocos, sería extraño que en el salón homónimo de Raúl Matarranz ésta no fuera tratada como un arte. Y es que, evidentemente, aquí no sólo se peina, se colorea y se corta, sino que en Raúl Matarranz la peluquería se vive de una forma entusiasta, saboréandola y disfrutándola para cumplir el objetivo máximo de la carrera del propio Raúl y del equipo que trabaja a diario con él en el salón: estudiar individualmente a sus clientes y saber ofrecerles lo que los demás no ofrecen. Algo que consiguen, y con creces.
Aunque a primera vista, Raúl Matarranz pueda parecer antes una estrella del rock que un peluquero, la verdad es que su nombre suena con fuerza en la escena de la peluquería barcelonesa. No es para menos. Trabajador incansable, tras más de veinte años de experiencia en el sector y tras enriquecerse al lado de grandes de la peluquería, como Antonio Bellver o Marcel, ha conseguido desarrollar un método de peluquería propio y personal que lleva el sello de su nombre y que sólo había una única manera de plasmar ante los clientes: creando un salón propio. Bajo esta premisa, hace ocho años abrió sus puertas el primer salón del estilista, con una decoración basada en los cromados y el vidrio, dos elementos que reflejaban a la perfección su manera de sentir y de ver la profesión en ese momento. “Después de trabajar al lado de grandes profesionales, sientes la necesidad de seguir sus pasos, tienes un referente y piensas que tú también quieres llegar dónde está él. Y lo que está claro es que para hacerte un nombre en la profesión o poder crear una firma, es imprescindible tener tu propio salón. Así que, después de haber aprendido al lado de los más grandes, tener mi propio salón era uno de mis principales objetivos, algo que me permitió seguir los pasos de esas figuras que tanto admiro”, explica el mismo Matarranz. Una experiencia que repitió en 2008, año en que decidió dar un giro a su salón, inaugurando el centro que regenta actualmente, ubicado nada más y nada menos que en la céntrica calle Aribau, en pleno barrio del Eixample, donde la moda barcelonesa se respira por cada rincón. Un salón que, por fin, ha conseguido elevar su nombre hasta el podio de los más destacados de la peluquería catalana actual.
En el salón, enmarcado en un espacio neutro en el que destaca una decoración en blanco y negro, Raúl Matarranz asciende el oficio de la peluquería a la categoría de arte, dando una importancia primordial al cabello, a su belleza y a su salud. Sólo así consigue crear una peluquería sin artificios ni aditivos, con el objetivo de cumplir a la perfección la filosofía del salón, que se basa en escuchar las necesidades de cada cliente en particular y atenderlas de forma individual. Una filosofía que permite que el salón englobe multitud de estilos sin, claro está, cerrarse sólo en un ambiente clásico o, por contra, demasiado vanguardista. En Raúl Matarranz tienen cabida todos los estilos, ya que la clave está en estudiar minuciosamente a cada persona.
A parte de ser especialistas en ofrecer a cada persona la imagen que mejor encaja con su estilo y modo de afrontar la vida, el equipo de Raúl Matarranz también comparte su pasión por el cabello sano, por lo que, en el salón, destacan por encima de todo los tratamientos dedicados al cuidado del cabello, destinados a mantener toda su belleza y esplendor. Tal y como explica Raúl: “soy un gran defensor del cabello sano y soy reacio a realizar técnicas que lo dañen en exceso. Por eso, los tratamientos estrella del salón son los que realizamos con los productos naturales de la firma Alterna, que nos aportan una diferencia muy notable como salón y reflejan perfectamente mi manera de sentir el cabello”. Servicios y tratamientos de lujo que se realizan mediante un ritual basado en la atención personalizada y el trato cálido, en el que la personalidad de Raúl Matarranz se transmite a través de buena música, un ambiente relajado y un espacio ordenado, donde destaca la zona del lavacabezas, una área que, en el salón, se encuentra aislada del ruido de secadores y demás, para poder ofrecer al cliente todo el relax que requiere un buen lavado capilar. “Situé la zona al final del salón, con dos lavacabezas italianos que aplican masaje shiatsu en todo el cuerpo mientras el peluquero le lava el cabello al cliente. Decidí invertir en unos buenos sillones porque, curiosamente, el lavado del cabello es el proceso que más gusta a los clientes, pero normalmente suele ser el sitio más incómodo del salón, de ahí mi inquietud para solucionar ese problema. El beneficio es que después el cliente está más receptivo a cualquier tipo de tratamiento que el equipo le pueda sugerir”, afirma Raúl Matarranz.
Espacios abiertos, una iluminación estudiada y una decoración neutra y elegante conforman la estructura de Raúl Matarranz, un salón sin artificios ni adornos excesivos que destaca por la virtud de saber captar la esencia de cada cliente, sea de la edad que sea y luzca el estilo que luzca. Sin duda, un lugar donde se nota que la peluquería se vive como una pasión a flor de piel.
Texto por Neus Hilari
